Una vez más nos reuniremos para exponer, reflexionar y debatir sobre diversas temáticas que tienen relevancia y significación para los jóvenes. El jueves 25 y el viernes 26 de Septiembre nos juntamos en El Almenar en un clima de respeto y tolerancia, con estudiantes de distintas realidades que nos visitan, y donde debaten ensayos propuestos por alumnos que han trabajado durante algún tiempo y que ahora les presentamos. Los siguientes ensayos esperan sus comentarios antes de ser expuestos. Felicitaciones a los expositores y buena suerte.

Hernán Quinteros
Profesor de Filosofía
Organizador del Encuentro
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Participaron de este Encuentro los Colegios International Country School, Colegio Francisco Arriarán, Liceo Tajamar de Providencia, Colegio Estela Segura, Colegio Jorge Huneeus, Colegio San Luis de Curacaví, Colegio Andino y por supuesto nuestro Colegio Almenar del Maipo

Lo que Estados Unidos quiere que hagamos

Alumna: Alexandra Maldonado
Curso:IV Medio
Profesora: Denise Musiet Weitzel
Colegio Francisco Arriarán

Cómo la fábrica de sueños deshace las quimeras de extranjeros bajo el logo del tío Sam.
Alexandra Maldonado

El otro día decidí comenzar a ver una película. Me llamó la atención la cantidad de premios que Babel había ganado, así que puse play. “Interesante”, la tildaba la crítica. Puede ser. Sin embargo, lo que mayormente llamó mi atención fue otro tema, que estaba presente en la conocida historia del inmigrante.

Una mexicana sueña con mejorar su calidad de vida. Intenta imaginar un futuro agradable para su familia; salir de la pobreza y, por fin, lograr estabilidad económica. Sueña inocente, pero feliz. Finalmente, como muchos, termina en el país del norte, trabajando arduamente. Claro, no es lo que esperaba, pero no está mal. Aunque deba soportar discriminación. Algunas veces, malos tratos. Un salario básico – ¡A quién no le pasa!-. Miradas peyorativas –Algo muy común-. Trabajar para una familia de ricos y vivir en una pequeña casita en el barrio de exiliados –Bueno, yo me lo busqué-. A fin de cuentas, trabajar, trabajar, trabajar, para un mister que da algunas coins para el bread. Sometimes. Sin embargo, por todo el esfuerzo que realiza la mexicana, podría estar ganando mucho más. Pero es más morena, más baja, más gorda, más latina. Después de todo, menos estadounidense. Claro, existen excepciones, pero no me quiero detener en ellas. Son tan pocas que, incluso, logran inclinar la balanza a la tesis que avala la discriminación.

Quedémonos en la bonita frase del “sueño americano”. Stop. Sus pasaportes, please. Okay, todo en orden. Se levanta la barrera para el auto, pero no para el ocupante. Si la mexicana representa a la típica mujer de rasgos más aborígenes que europeos (situación bastante común), logrará encontrar un buen trabajo de niñera. Encantadores pequeños de sonrientes ojos azules la esperan. Pero, por más cariño que logre tenerles, no llegará a ser más que su baby sitter. Y cuando vaya camino a casa por las noches, comenzará a extrañar a la familia. Y al hijo que, ¡Dios mío!, se va a casar. ¿No debería estar con él? Sin embargo, va a estar todo este tiempo trabajando para enviar dinero. Lo que la mujer no sabe es que, a pesar de su incondicionalidad, su rubio jefe no le dará el día libre para asistir a la boda.

¿Qué se supone que se debe hacer? Claro, se gana más dinero trabajando en el extranjero, pero, ¿es preciso escoger entre la dignidad y la necesidad? Si aún no me doy a entender, voy a exponer un caso más cercano. Chile, un país que es catalogado como tercermundista y subdesarrollado, gana un gran premio en el concurso de explotación a, nombremos como ejemplo, peruanos, bolivianos, paraguayos, o cualquier persona que no tenga nuestro acento y parezca vulnerable. Sin embargo, si un chileno viaja al extranjero y oye el término “sudaca”, ¿qué sucede? ¡Gran contradicción!

Decimos que aceptamos con los brazos abiertos al extranjero; lo cantamos en fiestas patrias y cada vez que tenemos una guitarra en las manos. Mentira. Todos lo sabemos, pero todos lo evadimos. Bueno, en casi todos está siempre latente la mala costumbre de mirar sobre el hombro al otro, independientemente de sus capacidades y guiándose ciegamente por la apariencia. Esto ocurre, a modo de autocrítica, en un porcentaje increíblemente alto de la población chilena, y muchas veces inconscientemente en personas comunes y corrientes, pues se deshace la prédica del amor al prójimo cuando se pasa junto a un mendigo, que pide algunas monedas en Paseo Ahumada. Por el simple hecho de creerse superior, por el hecho de ver al otro, pero no de mirarlo. ¿Injusto que a un chileno no lo dejen entrar a España? Injusto que un chileno no deje entrar a su vida una segunda opinión con respecto a otro ser humano.

Volviendo a los Estados Unidos, podemos notar cierta tendencia social a la discriminación. Si en la época de la esclavización los afectados eran los negros, hoy en día los extranjeros sufren con el yugo del estereotipo en inglés. Cada trato desigual, cada mirada peyorativa hacia un inmigrante es una mancha que se une a las cincuenta estrellas. ¿Cómo puede ser que una nación que dice ser un ejemplo en economía y desarrollo, no sea capaz de ver a un trabajador de otra raza como a un ser humano? Porque esta gran potencia repite la historia: al igual que el tío Sam, recluta a quien quiera participar en la mano de obra de una guerra que continúa en este mundo globalizado.

Sin embargo, actualmente se reconoce un nuevo tipo de discriminación en este país. Sorprendentemente, los latinos residentes tachan de traidores a descendientes de mexicanos ya nacidos en Estados Unidos (llamados chicanos), por el simple hecho de no saber hablar español. Falta que se paga con el ostracismo, por considerarse gravísimo no investigar sus raíces. El punto aquí es que los afectados nacieron en el país del norte, por lo que nunca aprendieron el español, como un modo de resguardo ante las burlas o críticas de sus compatriotas… Hasta esto hemos llegado. Me resultó incluso irrisorio el enterarme de esta nueva tendencia. Si otra nación nos discrimina como latinos, ya es demasiado que entre afectados nos pongamos caras ofendidas y demos vuelta el rostro. Así como así. Y si esto ocurre entre mexicanos, también es una realidad entre países vecinos de Sudamérica. Tristemente, entre nosotros mismos.

Creo insistentemente que nuestro lugar corresponde a nuestro país. Debemos estar agradecidos de nuestro origen, y luchar por mejorar nuestra sociedad, esté como esté. Si en Chile hay delincuencia, en Colombia hay guerrillas y en Guatemala y El Salvador hay femicidios todos los días. Si en Chile hay discriminación, no hablemos de los Estados Unidos. Si no somos capaces de mirar hacia el lado y reconocer las ventajas comparativas que tenemos con modelos pseudo-perfectos del mundo, jamás vamos a progresar. Y notemos que el mayor defecto de estos países corresponde, precisamente, a una mentalidad erróneamente superior y, por lo tanto, superflua y vanidosa. Despertemos. Que no hagan lo que quieran con nosotros. Que se reconozca el gran aporte sociocultural de los inmigrantes de una vez por todas. Que se abran las puertas a los extranjeros, pues, si queremos no ser mirados en menos en Europa o Norteamérica, no miremos en menos al colombiano trabajador del centro de llamados, o a la peruana que vende collares hechos a mano. Puede haber un chileno vendiendo collares en, quién sabe, cualquier parte de mundo. Puede haber un mexicano ahora mismo intentando conseguir el permiso para la boda de su hijo, con un jefe intransigente o, incluso, xenófobo. Puede haber muchos chicanos sufriendo en las High Schools, por no saber elegir entre su pasado y su presente. Y puede que deporten a diario desde cualquier Estado a muchos latinos, por no cumplir con los requerimientos diplomáticos necesarios para cruzar la frontera. Lo que Estados Unidos quiere que hagamos: trabajar. Volverlo un país desarrollado, con máscara y con basura bajo la alfombra. A ti te lo digo: la grandeza no se mide de la cabeza al suelo, sino que de la cabeza al cielo. Seamos grandes. Seamos un ejemplo.

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